Este es el primer paso y sin duda, el más importante. Solo necesitas un corrector -el mismo que utilizas para las ojeras, por ejemplo- y una brocha de maquillaje para extenderlo. Aplica el producto por todo el labio, incluso fuera de su contorno. Después funde todo el corrector para que no queden marcas hasta que apenas se note. Con esta técnica lo que consigue es borrar cualquier tipo de imperfección y difuminar al máximo nuestra línea de la boca original para dibujar una nueva que será la que marque el grosor que queremos conseguir.
Una vez obtenida una zona lisa, ya puedes comenzar con el delineador. Si excederte, dibuja la forma y el tamaño que deseas. Lo más común para que quede natural es delinear un milímetro por encima del labio. Después rellena parte del labio para que así, el labial que vas a aplicar en el siguiente paso, dure más horas intacto.
Ahora le toca el turno al color con un labial cremoso de un tono similar al del delineador. (Los colores nude siempre van a dar mejor resultado). Se trata del paso más fácil y con el que se comete el error de hacerlo en primer lugar. Porque llegado a este punto ya te habrás dado cuenta que hacer uso del labial en sí no tiene mayor misterio si has seguido fielmente los pasos anteriores. Para terminar, utiliza un gloss que aporte luz y brillo y cree un efecto 3D irresistible.
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